Por clothing-bag, 14/10/2022

Empleadas de hogar: diez cosas que odian

SOLANGE VÁZQUEZ

Quizá conoces a alguien de tu entorno que sea empleada de hogar –usaremos el femenino porque más del 98% del sector está copado por mujeres–. O tienes a una en casa para realizar tareas domésticas, cuidar a tus mayores o a tus niños. O has leído 'Criada' (Capitán Swing), cuya autora, Stephanie Land, cuenta sus desventuras como madre soltera que trata de ganarse la vida limpiando hogares ajenos, una historia que Netflix ha convertido en una serie de televisión ('La asistenta') que ha enganchado a millones de personas. Es decir, quizá ya sepas (o creas saber) algo de la vida de estas empleadas.

Pero, en realidad, es un 'conocimiento' difuso, como una historieta de ciencia ficción para todos menos para sus protagonistas. Algo en lo que preferimos no reparar demasiado, no vaya a ser que salgamos mal parados, ya que la gente 'normal' nunca se identifica con los malos de los libros ni de las series, ¿verdad? Pues quizá lo seamos, conscientemente o no. Y, en el caso de las empleadas del hogar, un colectivo muy precarizado, ser el 'malo' significa, para empezar, «no considerar que realizan un trabajo como cualquier otro», según indica Rafaela Pimentel Lara, dominicana de origen y portavoz del colectivo Territorio Doméstico, un grupo que desde 2006 lucha por los derechos de estas trabajadoras. Con casi tres décadas de trabajo en el sector y muchos años de activismo, Pimentel recalca que ella ha sido una de las afortunadas que han tenido unos empleadores impecables, solidarios y, sobre todo, humanos. «Pero, por desgracia, hay muchas compañeras que no», indica.

Tal y como cuenta, este tipo de trabajo debe evolucionar, no solo legalmente –el colectivo tiene un buen número de reivindicaciones laborales–, sino también desde el punto de vista humano, ya que ciertos 'detalles' (quizá no tan nimios para quien los sufre) dañan su autoestima, causan malestar y, en definitiva, las hacen sentirse «invisibles» y minusvaloradas. Estas son las cosas que odian las empleadas de hogar (aunque, claro, pocas lo dirán) y que Pimentel, como portavoz del Territorio Doméstico -no por su experiencia, afortunadamente-, conoce muy bien.

1

Chicas para todo

«En muchas casas se creen que eres multiuso. Tienes que valer para todo: te contratan para limpiar y luego te encuentras con que tienes que cuidar al abuelo, recoger a los niños, dar un paseo con la tía y pasear al perro de la hermana. ¡Hasta te hacen ir a casas de amigas o familiares! Lo correcto es que te expliquen qué esperan de ti antes de comenzar.Hay que de-fi-nir», indica Rafaela Pimentel.

2

¿Horarios?

Empleadas de hogar: diez cosas que odian

Si algo les sienta mal, es que su jornada no esté limitada y que les vayan cayendo más y más tareas sin tener en cuenta que no 'caben' en su tiempo. «Esto es especialmente grave en el caso de las internas, donde no se respetan los descansos», apunta.

3

Tienen familia

Una empleada de hogar sabe muchos secretos de nuestra casa: oye conversaciones, plancha nuestra ropa y sabe si es cara o no, ve cosas... Así que la relación con sus empleadores es, en realidad, muy íntima. Ya no digamos si pasan mucho tiempo con los niños de la familia. Pero ¿qué saben quienes las contratan de ellas? «Deben creer que no tenemos familia», indica Pimentel, cuyo grupo recoge denuncias y quejas de este tipo habitualmente. Falta empatía.

4

Que dejen todo tirado

Las empleadas saben a lo que van a una casa, pero una cosa es limpiar y otras encontrarse zapatillas tiradas por todas partes, ropa interior sucia por el suelo «y hasta vasos de café en el baño», dice Pimentel, que es depositaria de mil anécdotas de sus compañeras. Esto es una falta de respeto, de educación... y de todo. «Un día puede pasar, pero algunos empleadores lo hacen habitualmente –se queja Pimentel–. Como si fuésemos esclavas».

5

Palabras y expresiones

«La chica» (aunque la trabajadora tenga 60 años), «la chacha», «la chica que me ayuda». Hay que desterrar estas palabras y expresiones para referirse a las empleadas de hogar.A ellas les sientan fatal. «A ver, es que tenemos nombre», recuerda Pimentel.

6

Esos fantasmas

«Cuando llegan visitas a casa, las empleadas están trabajando y los empleadores no dicen quiénes son, eso las hace sentir invisibles, ninguneadas e incómodas», subraya Pimentel. Lo educado es comentar 'Mira, esta es Fulanita, trabaja aquí'. Vamos, las normas básicas de cortesía que aplicaríamos en cualquier situación. «No somos fantasmas, pero a veces las que nos dedicamos a esto tenemos esa sensación», apunta.

7

Sí, tienen formación

Muchos empleadores alucinan cuando saben que su trabajadora del hogar tiene una carrera universitaria, sabe idiomas... «Nos molesta que piensen que hemos nacido así.A ver, hay gente con muy buen currículum, pero que ha tenido que venir a España a trabajar de lo que sea», apunta. La sorpresa ofende. «Una compañera venezolana que es médico trabajó un tiempo de asistenta y fliparon cuando se enteraron en la casa», recuerda. Ahora ya ejerce como facultativo.

8

Falta de memoria histórica

Rafaela Pimentel, que ha escrito el prefacio de 'Criada', destaca que mucha gente de clase media o alta que ya se puede permitir tener empleadas de hogar ha olvidado que quizá sus padres o abuelos tuvieron que emigrar para ganarse el pan, dejar a sus hijos en España y ponerse a servir, como se decía antaño. «Dicen a sus empleadas 'ay, no sé cómo has podido dejar a tus hijos en otro país, qué horrible', y eso duele: en sus familias quizá hayan hecho lo mismo en el pasado, pero históricamente la gente tiende a borrar el dolor...».

9

Ropa usada

A veces, creyendo hacer un favor, a las empleadas de hogar se les da ropa usada.Si está en buen estado y se plantea la oferta con tacto, es algo solidario y sostenible. «Lo malo es cuando te dan prendas rotas, viejísimas, que solo valen para el contenedor. Muchas las cogen para no ofender y de camino a casa las tiran a la basura. ¿Por qué no declinan la oferta antes? «Para que no las llamen 'mal agradecidas', algo muy extendido», apunta Pimentel.

10

«Eres como de la familia»

A veces, con condescendencia, se dice esta frase, que las empleadas de hogar suelen usar «de cachondeo» en sus quedadas. «Te lo dicen como que te hacen un favor, pero a continuación les pides un aumento de sueldo y te saltan 'ay, no tengo dinero, que este mes voy muy mal porque tengo muchos gastos, me voy poner el colágeno...'», cuenta Pimentel, acordándose de las historias de sus compañeras. «Y luego, después de decirte que andan justas, les planchas la blusa aún con la etiqueta puesta y que vale 200 euros», relata.

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