Por clothing-bag, 15/11/2022

Bob Dylan cumple 80 años: retrato del artista que inventó y combatió su propia leyenda

El músico, cantautor y poeta estadounidense Bob Dylan, una de las figuras culturales más importantes de la historia, cumple este lunes 24 de mayo 80 años convertido en una de las grandes leyendas de la música popular.

Mito, figura de culto, ícono cultural, estrella del rock, premio Nobel, protagonista central de los movidos años '60, relator profundo de amores, decepciones, dolores, pérdidas, desencuentro y tantas emociones humanas como existan. Hasta ahí, todas certezas.

Hay unas cuantas más, a lo largo de una larga vida en la cual la vocación por la contradicción, si no la mentira lisa y llana, parece ser una de las más grandes. "No creo que sea tangible para mí. Quiero decir, yo pienso una cosa hoy y otra distinta mañana", declaró alguna vez a Newsweek.

Y por si hacía falta ampliar, completó la idea. "Cambio durante el curso del día. Soy una persona cuando me levanto, y cuando me voy a acostar se con seguridad que soy otra diferente. No sé quién soy la mayor parte del tiempo. Y no me importa".

También es una certeza que el hombre que fue Robert Allan Zimmerman hasta fines del '59, para convertirse entonces en Bob Dillon, había dado sus primeros pasos artísticos junto a unos amigos del colegio como integrante de The Shadow Blasters primero, con The Golden Chords después y como líder de Elston Gunn & the Rock Boppers más tarde.

Y que después de aquellos intentos rockeando al estilo de Chuck Berry, Elvis Presley y Little Richard el paso siguiente fue sonar en algunas radios locales como parte de The Satin Tones y a continuación, en Fargo, como pianista de The Shadows, una banda liderada por Bobby Vee, con quien había compartido la experiencia de los Boppers.

Sólo que con Vee al frente, los Shadows fueron llamados a llenar el hueco que había dejado en la escena la muerte de Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper, en el accidente aéreo ocurrido el 3 de febrero de 1959, y la destreza que Zimmerman mostraba al piano no pareció conformar a nadie.

El fin del la prehistoria

Atrás quedaban sus primeros junto a papá Abram y mamá Beatrice en Duluth, en Minesota, donde su padre trabajaba como funcionario de las Standard Oil; la mudanza a Hibbing, un pueblo minero con más pasado que futuro, después de que Abram se quedara sin trabajo y se sumara allí a sus hermanos en un emprendimiento familiar; y una escolaridad más o menos regular.

También las primeras melodias en la guitarra, inspiradas por Hank Williams, el "rey de la música country", como inspiradas comenzaron a ser su ideas por la rebeldía sin causa de James Dean, que le valieron una estadía en una escuela especial de Pensilvania para adolescentes problemáticos, que sólo sirvió para que las ratificara.

Seguramente si el joven Zimmerman hubiese escuchado entonces eso de que "cuando estás creciendo en un pueblo pequeño/sabés que vas a crecer en un pueblo pequeño/Sólo hay un buen uso para un pueblo pequeño/lo odiás, y sabés que te vas a tener que ir", que Lou Reed cantó en el álbum Songs for Drella tres décadas después, habría hecho un buen cover.

Pero como esa canción no estaba escrita, cuando ya era Dylan lo dijo a su manera en su North Country Blues. "Mis hijos se irán/tan pronto como crecen/Bueno, no hay nada aquí ahora para retenerlos", cantaba, poniendo su voz al servicio de una madre que de paso contaba que, por el mismo trabajo, en América del Sur se pagaba menos.

El paso siguiente fue, entonces, dejar su pueblo. La excusa fue la Universidad, en Minneapolis; la realidad, la decisión de abandonar enseguida la academia para meterse en la bohemia local a fuerza de las canciones folk que tenía como repertorio.

Ahí, un tal David Whtaker le acosejó escuchar el álbum Dust Bowl Ballads, de un tal Woody Guthrie, y que leyera su biografía, Bound for Glory. Hacerlo y querer conocer a ese señor que "con su familia diezmada por la tragedia y la enfermedad abandonó el hogar a los 16, vagabundeó por el país en vagones de carga, tocó para comer hasta salir en una radio en California" y se convirtió en la voz de los oprimidos, tal como Phil Sutcliffe lo cuenta en una bio de Dylan publicada por Mojo, fue una sola cosa.

Para lograrlo, debió viajar hasta Nueva York, adonde llegó el 24 de enero de 1961. Una certeza más del joven Dillon, que pensó entonces que sería bueno tener una historia que llamara la atención. Y puso manos a la obra.

En su nueva vida, Dillon ya era Dylan, provenía de Oklahoma, había atravesado una infancia marcada por la pérdida de sus padres y había conocido a Guthrie a los 10 años en California, mientras giraba con una feria ambulante donde. Cualquier parecido con la bio de Guthrie seguramente no fue simple casualidad.

Lo interesante es que la cosa funcionó. Vaya uno a saber cuál de sus historias le contó a Guthrie, pero lo cierto es que el ícono del folk le abrió las puertas de su mundo, donde Dylan compartieron veladas folcloricas junto a Pete Seeger y otras glorias del género.

De ahí salió su Song for Woody, la primera canción propia que Bob interpretó en vivo, y ahí nomás también, en el Gerde's Folk City, el casi recién llegado a la ciudad teloneó a John Lee Hooker en su debut profesional neoyorquino. El paso estaba dado, y ya no habría vuelta atrás.

Un pasado a medida de la ocasión

-Debés tener unos 20 años ahora.

-Sí, debo tener 20...

Así respondía Dylan a Cynthia Gooding, una famosa cantante folk que tenía un programa en la radio WBAI, apenas comenzaba su entrevista, en 1962, durante la cual el muchacho contó que había llegado a Minneapolis desde una ciudad de Dakota del Sur, en una nueva versión de su pasado.

Pero entre esos inventos, daba algunas pistas de cómo se proyectaba al día después, negándose a reconocerse como un cantante folk tanto como un hijo del rock and roll, y definiendo las suyas como "canciones contemporáneas". Tal vez la definición más ecuménica que le cabe a su obra. A la de entonces y la de siempre.

Poco después, el escritor estadounidense Studs Terkel hablaría de las letras de Dylan como "una combinación del espíritu folk de Guthrie con algo de la imaginería demoníaca de (Arthur) Rimbaud y hasta una dosis de la crítica social de (Yevgueni Yevtushenko)".

Bob Dylan cumple 80 años: retrato del artista que inventó y combatió su propia leyenda

Hacía poco que The Freewhelin' Bob Dylan, el segundo álbum del trovador, había salido a la venta, y fiel a su historia de chico de infancia trashumante Dylan hablaba con Terkel de la influencia de Guthrie y explicaba que A Hard Rain's a-Gonna Fall no hablaba de ninguna "lluvia nuclear".

En cambio, contaba que el último verso de la canción, en el que habla de bolitas de veneno inundando el agua, a "las mentiras con las que bombardean a la gente desde las radios y los diarios". "Están tratando de descerebrar a la gente, y tal vez ya lo han logrado", agregaba, bien a tono con los tiempos. Aquellos, y estos también.

The Freewhelin' Bob Dylan incluía también Blowin' in the Wind, otra de las canciones de Dylan que el tiempo consagraría como himno de una, o varias generaciones. El tiempo, y la aparición del cantante en el Festival Folk de Newport.

La foto es contundente. De un lado, Peter, Paul & Mary, que acababan de grabar una versión de Blowin'... que vendería más de 300 mil copias en dos semanas; del otro, la siempre combativa Joan Baez, los Freedom Singers y el viejo Seeger. Todos, cantando juntos We Shall Overcome.

Las canciones de Dylan encajaban a la perfección con lo que reclamaba el momento. Pocos sospechaban, como apuntó el periodista Stuart Bailie, que "su nombre era falso, que su historia personal estaba tramada para encajar con el mintaje, que su voz y modales los había tomado de otra parte..."

Como parte de un guión que debía respetar, Bob participó de la marcha en la que Martin Luther King compartió su famoso sueño con más de 200 mil personas, y también consechó una catarata de aplausos con su interpretación de The Times They Are a-Changin' en el concierto que dio el 23 de noviembre de 1963.

"Algo había enloquecido en el país. Y yo no podía comprender siquiera ni por qué ellos (el público) aplaudían, ni por qué había escirto yo esa canción", decía Dylan después. Le sobraba con una razón para plantearse semejante dilema: el día anterior habían asesinado a John F. Kennedy. Tiempos de cambios, sí. ¿Pero qué cambios?

Cambia, todo cambia... Y Dylan también

Por las dudas, o por convicción, el artista comenzó a cambiar de piel. O al menos eso insinuaba. Another Side of Bob Dylan mostraba ese proceso, que él mismo confirmó en una entrevista que ofreció a Long Island Press en 1965.

"Nunca quise escribir canciones sobre temas de actualidad. Eso me dio mi oportunidad. En el Village había una pequeña publicación llamada Broadside, y con una canción de un tema actual podías meterte allí", contó durante la entrevista.

Y confesó sin filtro: "Yo no estaba llegando muy lejos con las cosas que hacía canciones como las que escribo ahora, pero Broadside me ofreció un modo de empezar". Sí, es verdad que Noel Gallagher también dijo hace unos días que odia Wonderwall, que fue el tema que más hace que aún hoy sigamos hablando de él.

La diferencia está en que Bob renegó de aquello que lo había llevado adonde había llegado poco antes de patear el tablero la segunda noche del Newport 65, cuando salió a escena con un desafiante set eléctrico que cosechó aplausos y abucheos.

Dylan cortaba así su cordón con el mundo de la canción de protesta, si es que alguna vez lo había tenido. Aunque, como casi todo en su vida, no lo hacía de un modo tan tajante que no le permitiera abordarlo una y otra vez, a lo largo de su extensa trayectoria futura.

Las opiniones, al respecto estaban divididas. Según Bailie, "en lugar de las garantías de la política, las canciones sobre temas actuales y la acción colectiva, Dylan eligió un mundo que el poeta Louis MacNeice llamó 'incorregiblemente plural'. Una pérdida para la canción de protesta, quizá, pero una muy buena aportación para el rock and roll".

El cantante, por supuesto, no acordaba con esa mirada que abonaba la idea de su "pase" del folk al rock. "Interpreté todas las canciones folk con una actitud rockera. eso es lo que me permitió abrirme paso a traves de toda la confusión y ser escuchado", dijo alguna vez.

En tanto, mientras todos trataban de encontrarle un nombre a eso que Dylan hacía y con lo que tan bien le iba, el artista cerraba un acuerdo de venta exclusiva de su álbum Live At the Gaslight 1962 con... ¡Starbucks! Bastante antes de que el pobre Charly se tuviera que aguantar las críticas de algún tonto por haberse "vendido" a Fiorucci.

Y seguía adelante con otros dos esenciales de su discografía: Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde. El primero, editado en 1965; el segundo, en 1966, como cierre además de cuatro años en los que Dylan mostró de lo que podía ser capaz. El resto era sólo cuestión de tiempo.

Como Leda Valladares, pero allá en el Norte

El tiempo por venir, que le tenía agendada una suscripción para el cargo de leyenda, y el tiempo ancestral, al que fue una y otra vez en busca de recursos para, paradójicamente, inyectarle nueva energía a su música. Eso de retroceder aunque sea aun poco para volver a impulsarse hacia adelante.

"Hay una cuestión de aprendizaje medio obsesivo, de absorber todos los estilos. Bob Dylan está cerca de la sabiduría ancestral. Está más de cerca de Leda Valladares o de Leabelly, para hacer un paralelo. Eso es como medio intransmisible", explicó el periodista y músico Claudio Kleiman a Télam, en una atinada comparación.

"Dylan tiene un punto donde la interioridad y la exterioridad se mezclan constantemente. Es decir, hay sensorialidad, aparecen las emociones del amor y de un yo que construye una voz, pero de inmediato se materializa en elementos urbanos, situaciones. Hay un constante ir de lo exterior a la interior, y viceversa", agregó Kleiman.

"Luego está esta cuestión de la fama. Sé que desaparecerá. Tiene que hacerlo. Esta denominada fama entra las masas la origina gente que se siente atraída por algo durante un tiempo y compra los discos. Luego dejan de hacerlo. Y cuando dejen de hacerlo, ya no será famoso", decía Dylan en el '64.

El pronóstico resultó bastante equivocado. A ver: A Hard Rain's A-Gonna Fall, Blowin' in the Wind, Murder Most Foul, Lay Lady Lay, Positively 4th Street, Jokermen, Visions of Johanna, Rollin' and Tumblin', All Along the Watchtower, Mother of Muses, Like A Rolling Stone y The Times They Are A-Changing.

Sigamos: Mr. Tambourine Man, Isis, Knocking on Heaven's Door, High Water (For Charley Patton), I Shall Be Released, Hurricane, I Contain Multitudes, Subterranean Homesick Blues, Pay in Blood, Oh, Sister, Make You Feel My Love... ¿Cómo se hace para dejar de ser famoso después de haber escrito semejantes piezas?

Es verdad que el accidente que sufrió a bordo de su moto, en 1966, quizás haya sumado puntos para que el artista dejara un poco de lado su afición por la provocación. O entendió que, por el momento, mejor buena parte de lo importante había sido hecho.

Un Dylan para cada gusto

"Padres y madres, no traten de manejar a sus hijos que no los pueden entender, porque los tiempos están cambiando. Eso lo tomamos a pecho. 'Somos libres, hagamos lo que queramos'. Ese fue el mensaje cultural. Luego estaba el mensaje político, antiguerrero, pero ese fue el principal mensaje cultural que apoyamos y nos dio un impulso", señaló el poeta y periodista Pipo Leornoud a Télam.

Probablemente tampoco estuviera el querido amigo Pipo de la identidad falsa de don Zimmerman. Pero qué importaba, si eso servía para alimentar la utopía de un mundo mejor que el que dejaban los que aún movían los hilos del poder.

Al fin de cuentas, qué le hacía una mentira más a una historia que su propio protagonista se empeñaba en llenar de interrogantes y falsedades, como cuando tras dar un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, le contó a un periodista que había perdido contacto con su familia y que hacía años que no sabía nada de ellos, mientras su papá y su mamá asistían orgullosos desde la platea al dulce momento que vivía su hijo.

O cuando salió a decir en la revista Rolling Stone, en 2011, que nunca había consumido sustancia ilegal alguna, 15 años después de haber declarado a la misma publicación que la droga había sido un hábito para él y se llegaba a gastar 25 dólares por día en comprarla.

Un problema que, según rescató El Mundo, ya había hecho público en 1969, cuando dijo, también a Rolling Stone, que había estado muy drogado y que ya no quería seguir con ese ritmo de vida.

También circulaban por ahí los rumores de que Like A Rolling Stone la había escrito después de cargarse un par de "medidas" de LSD, y mucho más conocida es la historia que Los Beatles contaron una y mil veces sobre su primer encuentro, en Hotel Delmonico del Park Avenue.

Allí, a la invitación de los Fab Four a clavarse un par de pastillas, el periodista y organizador del encuentro, Al Aronowitz, propuso fumar unos porros y don Bob se sorprendió al enterarse que los muchachos de Liverpool jamás habían probado uno.

Y qué decir del documental de Martin Scorsese sobre la gira Rolling Thunder, de 1975, en el cual Dylan habla de un supuesto encuentro con una Sharon Stone de 19 años que se habría incorporado como asistente de vestuario, y a quien le habría cantado Just Like a Woman en el backstage, aunque nada de eso haya sucedido en la realidad.

Aquel 1975, que veía a Dylan nuevamente sobre los escenarios, también veía avecinarse lo que sería el final de su matrimonio con la chica Playboy Sara Lownds, madre de sus primeros cinco hijos.

El estallido habría llegado una mañana de 1977, a 12 años de haberse casado, cuando la modelo bajó a su cocina y se encontró con su esposo y sus hijos desayunando con una desconocida que había pasado la noche su casa.

Finalmente, Sara demandó a Dylan por violencia doméstica y acusó al cantante de haberla engañado en reiteradas ocasioines, lo que le dio la custodia total de los niños.

Números y premios y sorpresas

Contra aquellas faltas de precisiones, las repetidas inexactitudes y las deliberadas falsedades que jalonan el relato de la vida de Dylan, sí existen los 45 discos que grabó, en estudio y en vivo, más los incontables Bootlegs y alguna que otra grabación que se pierde de la cuenta.

Trabajos discógraficos que superan los 125 millones de copias vendidas, y que conforman un catálogo que el artista recientemente vendió a Universal por una suma que se calcula en más de 300 millones de dólares.

También juega a favor de las certezas el nivel de influencia que ese repertorio ejerció y ejerce en propios -Andrés Calamaro, León Gieco y compañia- y ajenos como la eterna Patti Smith, que llevó los versos del artista hasta Estocolmo, para celebrar un Nobel de Literatura que Dylan aceptó después de una novela que ocupó espacios en los portales durante tanto tiempo como los de la duda sobre la permanencia de Messi en el Barcelona.

Precisamente Smith, que asegura ser su admiradora desde la adolescencia, le dedicó un concierto este fin de semana en el festival Kaatsbaan de Tivoli, al norte de Nueva York; mientras que Hynde acaba de lanzar un álbum de versiones, Standing in the Doorway: Chrissie Hynde sings Bob Dylan.

No fue el Nobel el único galardón que Dylan recibió, con mayor o menor entusiasmo, a lo largo de su carrera. La lista incluye 12 Grammy, un Óscar, un Globo de Oro, un Príncipe de Asturias, un reconocimiento honorario del Pulitzer, Barack Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad, recibió la Legión de Honor francesa y el premio Persona del año MusiCares de la National Academy of Recording Arts and Sciences.

La fascinación por el hombre es tal que incluso una universidad, la de Tulsa (Oklahoma), tiene un Instituto de Estudios sobre Bob Dylan y estos días celebra un simposio con expertos "dylanólogos" como su principal biógrafo, Chris Haylin, que acaba de publicar The Double Life of Bob Dylan: A Restless, Hungry Feeling, 1941-1966.

Con la dylanogía a la orden del día, no sorprende que también se reedite, en una edición ampliada, Bob Dylan. La biografía, de Howard Sounes, que lleva vendidos más de 200 mil ejemplares en todo el mundo.

Además, está pendiente de retorno el "show" de Broadway Girl in the North Country, basado en sus canciones, que se estrenó poco antes de que la pandemia forzara el cierre de la meca del teatro en los Estados Unidos, aún a tiempo como para que el cantautor fuera anónimamente y quedara emocionado, según relató.

Es que parece que es verdad que Dylan se emociona, aunque difícilmente use los conciertos como un espacio de "amable" diálogo alguno con el público que no sea a través de las canciones que incluya en la lista de temas que, eso sí, siempre guardan algún lugarcito -o lugarsote- para la sopresa.

En ese terreno, el de lo inesperado, caben tanto su participación en esa fantástica sociedad llamada The Traveling Wilburys como sus sucesivas conversiones al cristianismo primero -de ahí el muy buen álbum Slow Train Coming y los olvidables Saved y Shot of Love-, al judaísmo después y al ateísmo o algo así más tarde.

Ni que hablar de su segundo matrimonio, a punto tal que ni siquiera los vecinos estaban enterados que en la casa de al lado vivía la segunda esposa de Bob Dylan desde 1986, Carolyn Dennis, junto a su hija Desiree Gabrielle.

Recién después de seis años de unión, la biografía Down the Highway, escrita por Howard Sounes- reveló la existencia de ambas, ante el inmenso asombro de sus fans. Un día después de la explosión mediática, la misma Dennis decidió hablar con la prensa y así defender a su ex esposo.

"Bob y yo tomamos la decisión de mantener nuestro matrimonio como privado por una razón muy simple: dar a nuestra hija una infancia normal. Decir que Bob 'escondió' a su hija es malicioso y ridículo. Eso es algo que él nunca haría. Él ha sido un gran padre para Desiree", declaró a la revista People en 1988.

Poco dado a las entrevistas, en consonancia con una discreta vida personal alejada de las cámaras, el año pasado reveló a The New York Times: "Las canciones parece que se conocen a sí mismas y saben que las puedo cantar, vocalmente y rítmicamente. Se escriben solas y cuentan con que yo las cante".

La entrevista acompañó el lanzamiento de Rough and Rowdy Ways, su primer disco de temas inéditos en ocho años, que recibió críticas estelares con el estandarte de Murder Most Foul, una canción de 17 minutos que condensa la historia y cultura estadounidenses. Una especie de La casa desaparecida, de nuestro Rodolfo Páez, dos décadas después.

Antes, Dylan había dedicado tres álbumes realmente fantásticos, Shadows in the Night -focalizado en 10 temas grabados por Frank Sinatra entre fines de los '50 y principios de los '60-, Fallen Angels y el triple Triplicate, a composiciones clásicas del cancionero estadounidense.

Afortunadamete, Dylan hace mucho que parece haber resuelto su relación con el "sistema" y el establishment, si es que en algún momento tuvo algún problema con él. En 2004, en un acuerdo inédito con la marca de ropa interior Victoria's Secret, el cantante accedió a filmar un comercial rodeado de "ángeles" bailando en bikini.

Las críticas que recibió por haber tomado aquella decisión no parecen haber provocado ningún tipo de cambio en su punto de vista, y 10 años después volvió a grabar un spot: esta vez para la Superbowl y promocionando a Chrysler.

"No es un idealista ni un activista. La frase 'la voz de una generación' es un cliché mediático y finalmente limita a un artista de tal talento. Él es mucho más que eso", declaró su biógrafo Howard Sounes, este último sábado a La Tercera, de Chile.

"Elusivo, oblicuo, mercurial y siempre en movimiento, ha resistido tanto en su vida como en su trabajo ser categorizado, encapsulado, convencionalizado, canonizado y endiosado", escribe el periodista estadounidense Jonathan Cott en la introducción de la imperdible antología de entrevistas Dylan On Dylan.

Y es el propio Bob, el mismo que alguna vez dijo "Dios, me alegro de no ser yo", quien citado en esas páginas sentencia: "Puedo entender la lujuria y la codicia, pero no puedo entender los valores de la definición y el confinamiento. La definición destruye".

Fuentes: EFE/Nora Quintanilla - Télam

E.S.

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