Por clothing-bag, 05/02/2023

Vestir en 2021 como María Antonieta o un cuadro renacentista: la recreación histórica que triunfa en Instagram

AnálisisHablamos con varios usuarios de una comunidad online que crece en las redes sociales haciendo propios vestidos históricos y recreando escenas del pasado

Por Nuria Luis

Para los enamorados de la historia de la moda, existe toda una categorización entre las cuentas especializadas que seguimos en Instagram. Se pueden encontrar conservadores de museo, expertos patronistas o coleccionistas de piezas y revistas antiguas. En una sección en sí misma, existen auténticos talentos capaces de insuflar vida a vestidos de la época de María Antonieta o de la corte española del s. XVI. No se dedican de forma profesional a ello. No son figurinistas de teatro o de cine, pero su pasión por el pasado se puede traducir, mediante aguja e hilo, en un cuello Médici o un traje redingote.

Cada vez son más los usuarios que forman parte de una comunidad creciente de recreación histórica. Una de las más asentadas es Christine Millar, también conocida como @sewstine en Instagram. Esta doctora de origen surcoreano reside en Estados Unidos desde los cuatro años, y compagina su trabajo y su maternidad con una afición que ha tenido siempre. Lo que empezó como un ‘cosplaying’, emulando vestidos de película, se convirtió en un taller propio donde trabaja en prendas de todas las épocas. Sin embargo, se ha acabado especializando más o menos en el s. XVIII y en la época entre 1880 y 1890: “Me siento especialmente atraída por los años de 1760 por los volantes superiores, ¡cuántos más, mejor”, comenta para Vogue España, mencionando también formas estructuradas como el guardainfantes dieciochesco o la silueta de reloj de arena y los polisones de finales de s. XIX. En su canal de Youtube, que cuenta con 54.000 suscriptores, igual pueden encontrarse tutoriales de chaquetas de Regencia que el vestido con el que recreó el célebre retrato de Madame de Pompadour, o el famoso vestido de Christina Ricci en Sleepy Hollow, con una tela de rayas que ella misma pintó con rotulador.

Es la tónica de este tipo de cuentas: un traje de época elaborado al milímetro que luego protagoniza sesiones de fotos capaz de amasar miles de likes. Con una precisión abrumadora, Angela Mombers es otra de las expertas en recreación histórica que más interés despierta. Esta desarrolladora de producto en una firma de vaqueros en Ámsterdam lleva once años creando vestidos históricos, que comparte a través de @walking_trough_history. En su caso, su propia profesión le ayuda a la hora de elaborar los vestidos en los que ha acabado especializándose, un periodo que abarca a grandes rasgos las cortes europeas de 1550 a 1650: “Un desarrollador de producto convierte un boceto del diseñador en una prenda actual haciendo archivos técnicos, enviándolos después a las fábricas para el desarrollo de la colección. Podría parecer totalmente diferente a hacer trajes históricos, pero cuando miro una pintura de hace 400 años, hago lo mismo. Trato de averiguar qué materiales utilizaron, qué patrones…”, explica. “Acabo de terminar un curso de tres años de dibujo de patrones en Bélgica; mi marido ha terminado un estudio sobre Historia holandesa, así que ambas cosas combinadas podrían llevarnos a lo que hacemos ahora”, comenta, refiriéndose a las fieles reproducciones que hace tanto para ella como para su esposo, Jasper.

Para ambas expertas, el punto de partida puede encontrarse en cualquier sitio. A veces es simplemente encontrar la tela adecuada en el momento preciso, o ver un cuadro en redes sociales que les inspira especialmente: “Después de cuatro años aprendí que es mejor ir directamente a la fuente. Tengo muchos libros sobre indumentaria histórica, soy miembro de varios grupos inspiradores de Facebook y somos visitantes recurrentes de los museos”, comenta Mombers.

Vestir en 2021 como María Antonieta o un cuadro renacentista: la recreación histórica que triunfa en Instagram

En términos de recreación histórica, la investigación previa es uno de los pilares fundamentales antes de ponerse manos a la obra. Un proceso que puede llevar incluso años: “Mirar una pintura simplemente no es suficiente porque no ves la parte trasera, la inferior… También tienes que liberarte de la interpretación del pintor, por esta razón es mejor observar varios ejemplos del mismo periodo, país, clase, propósito… Después comienza la investigación de tejidos y patrones”, apunta Mombers. Para Millar, también es fundamental documentarse previamente sobre la época concreta, escribiendo a los museos para conseguir mejores primeros planos e investigando a su vez sobre las telas adecuadas.

En el caso de Anacrónicos, la investigación no es solo crucial, sino que resulta el punto de partida de cualquier proyecto. Detrás de esta asociación española, que se hizo viral hace unos meses a raíz de unas fotos nevadas de Madrid, se encuentra un grupo interdisciplinar unido por su afición a la historia, la moda, la literatura y la vida en el s. XIX. “Las fuentes directas son nuestro mejor apoyo: autores de la época que desarrollen la sociedad y sus costumbres en sus escritos e ilustraciones de moda. La primera sirve para conocer el entorno y reproducirlo. La segunda para conocer qué telas eran las más comunes en un periodo, qué tonos y colores estaban de moda, cuáles representaban a una clase social u otra. Conocer los detalles, como el uso del luto, el maquillaje… ayudan a perfeccionar la época y poderla representar de manera fidedigna”, señala Eire Aniorte, administradora de la asociación. Para ellos, toda información que puedan recabar de los museos es esencial, por eso recurren a instituciones madrileñas como el Museo del Traje, el Cerralbo, el Museo del Romanticismo y otras extranjeras como el MET de Nueva York o el Victoria & Albert, de Londres.

En sus filas hay quien encarga la indumentaria y hay quien, como Mombers y Millar, se lo confeccionan ellos mismos. Cuando hablamos con ellas sobre la elaboración de un vestido, el proceso puede resultar de lo más abrumador: aunque depende mucho de la época a la que pertenezca, un vestido puede llevar detrás unas doscientas horas de trabajo, unos dos o tres meses. Si incorpora mucho trabajo de bordados, incluso seis meses, según Mombers. “Un simple vestido a la francesa [típico del s. XVIII] sin adornos puede llevar unas 30-40 horas. Decorar, por otro lado, puede suponer una eternidad. Diría que los adornos pueden elevarlo a unas 80-100 horas. Si un vestido o traje de corte incluye bordados, probablemente sean unas 100-200 horas de trabajo”, suscribe Millar, haciendo referencia a un vestido de 1760 que le llevó a un récord de más de nueve meses. Eso sin contar el tiempo previo entre patrones y ajustar en el toile, la tela previa, que puede llevar otras tres semanas previas. Además, hay épocas especialmente exigentes: para Mombers, a quien le gustan los retos, el siglo XVI es el más complejo porque “la figura tanto de hombre como de mujer es muy particular, y hay mucho intríngulis en los tejidos. Ni un milímetro queda sin tocar, y es algo que me encanta”, sostiene.

La elección de la tela es un aspecto que puede retrasar la elaboración de un vestido hasta dar con la adecuada. Algo similar sucede con el proceso de bordados: Millar nos habla de toda una serie de pasos previos en los que digitaliza los bordados, los dibuja a ordenador con un software especial para máquinas de bordados, que luego programa para dibujar y diseñar en hilos de seda. Posteriormente, los escanea y los lleva sobre patrones digitalizados para saber, a ordenador, dónde colocar todo antes de ponerse a cortar. En el caso de Mombers, se sirve de máquina de coser para las costuras internas o invisibles, y el resto lo hace todo a mano: “No me gusta ver las puntadas visibles hechas a máquina en la parte exterior de una prenda”, opina. Posteriormente, añade los adornos y las joyas, que se hace ella misma.

La ropa interior resulta trascendental a la hora de dar con la forma adecuada sobre la que se adaptarán todas las prendas. Hay quien se hace sus propias prendas, como Angela Mombers, utilizando patrones que encuentra en firmas especializadas como JP Ryan, Truly Victorian, The Tudor Tailor y algunos libros históricos. Museos como el Victoria & Albert o el Abegg-Stiftung (Suiza), apunta, también ofrecen buenos patrones para prendas históricas. En otros casos, recurren a marcas expertas en piezas interiores de época: “Normalmente recurro a compañías independientes. Mi corsetería favorita es Redthreaded, pero también trabajo con otras compañías de prendas moldeadoras como Les Costumes de Jean para hacer rellenos traseros y polisones de diferentes épocas. Honestamente, tengo tan poco tiempo libre que prefiero usarlo trabajando en prendas que me interesan más y me inspiran”, declara Millar. Existe todo un sector especializado en este tipo de prendas tan específicas. Period Corsets es otra de las empresas que se ha hecho un hueco elaborando corsés de época. The American Duchess apuesta por hacer calzado histórico, al igual que Agustín Moreno, un zapatero español al que Christine Millar encarga mules y zapatos con los que acompañar sus creaciones.

Pero, ¿cuándo puede llegar a costar hacer un estilismo fiel a la época? La horquilla es muy variable, según nos explican desde Anacrónicos: “Los trajes más sencillos de dama son los de día de época de Regencia (principios de 1800) y los de época eduardiana (principios de 1900) pueden conseguirse por unos 150-200 euros. Los de época romántica, los que necesitan crinolina o polisón, son más costosos por su complejidad y cantidad de metros de tela, en torno a unos 300 - 500 euros. Los de noche, que estaban más adornados, incrementan el precio. En cuanto a caballero, los trajes Regencia pueden encontrarse o reproducirse por unos 200€ o menos y hacia mediados del siglo XIX el frac, esmoquin y el chaqué es el imprescindible para la etiqueta”. El textil empleado en sí también es muy variable: “El material para uno de mis vestidos puede costar desde 150 dólares por un simple vestido de algodón hasta 3.000 para un traje completo de corte. Normalmente, no es la tela lo que más cuesta, sino más bien el hilo de seda”, declara Millar.

Vestir y representar

La cuestión no radica en hacer un laborioso traje que cuelgue sobre el maniquí. Una vez terminado, surgen las sesiones de fotos para dar vida a esas creaciones. La representación de escenas también es un aspecto que termina por completar la recreación histórica en sí. Angela Mombers comenta que ellos organizan sus propios eventos históricos en la forma de cenas, y se les pide que se preparen en torno a una época y un estilo en particular, para que los visitantes miren y aprendan. “Además, acudimos a muchos eventos históricos, como visitantes, con trajes de época. Por ejemplo, Groenlo [una ciudad holandesa] organiza cada dos años la batalla de Grolle, donde toda la ciudad se llena de miles de recreadores que ponen sus tiendas y recrean casas del s. XVII, lugares de trabajo… Algo similar sucede dos veces al año en Bourtange (por eventos de época napoleónica y del siglo XVII) o Ter Apel [un municipio holandés en el que se celebra una feria medieval una vez al año]” explica sobre todo un circuito de eventos en su país.

Para la asociación de Anacrónicos, la recreación es historia viva, ya que se siguen fielmente, dentro de lo posible, las costumbres de la época. Ellos mismos han celebrado eventos en el museo Cerralbo o en Almendralejo (Badajoz) recreando diferentes décadas del s. XIX. Y lo hacen manteniendo el contacto con otras comunidades afines: “ La recreación se enriquece al compartir y participar, de ahí que mantengamos el contacto con otras asociaciones y perfiles en redes sociales, que nos enseñan y a los que podamos aportar nosotros también. Algunos miembros participan de manera activa en varias agrupaciones distintas y otros, antes de la COVID, recreaban también en el extranjero cuando se convocaba algún evento” apunta Eire Aniorte.

Más allá de los eventos, las redes sociales se han convertido en una amigable plataforma que estrecha los lazos de una comunidad en crecimiento. “En el pasado, nos enfocamos en mantener blogs y grupos de Facebook, y más recientemente, nos hemos mudado a Instagram y Youtube. Youtube en particular se ha convertido en una herramienta muy útil, porque en cuanto se refiere a coser, poder grabar y mostrar tus técnicas es de lejos la manera más fácil de enseñar a otras personas cómo hacer lo que nos encanta. Somos buenos amigos y nos gusta hablar todo el tiempo, en chats, grupos y zooms”, puntualiza Millar.

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Por María JoséPérez Méndez

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