Por clothing-bag, 15/03/2023

Nadal, a los 30 años: "Yo soy Rafa, no tengo una doble vida"

Pone Rafa Nadal voz de sorpresa cuando se le pregunta si es consciente de ser una leyenda. El mismo timbre de asombro que pondría cualquier otra persona. Una que no haya ganado 14 torneos del Grand Slam ni haya sido el mejor jugador del mundo en 2008, 2010 y 2013, si alguien le dijera lo mismo por teléfono. “Son cosas que ni me preocupan mucho ni me planteo”, dice con tono contenido. Es un guerrero, y los buenos soldados luchan, no alardean de sus victorias.Nadal, a los 30 años: Nadal, a los 30 años:

Uno recuerda que en Love game, libro de 2014 que relata la conversión del tenis de un pasatiempo victoriano a un fenómeno global, Elizabeth Wilson, su autora, se refiere a Nadal como “el último espartano”. Como los ciudadanos de esa polis griega, Rafael Nadal (que cumple 30 años el 3 de junio) fue entrenado desde niño para soportar los mayores retos. Para no rendirse. Para luchar hasta el último aliento. Leonidas hubiera admitido a este mallorquín de 1,82 y 75 kilos entre sus míticos 300 que defendieron el paso de las Termópilas contra el ejército persa. Seguro que él hubiera aceptado el reto. Y posiblemente, si llegan a contar con Rafael Nadal, hubieran resistido. Porque lo que ha hecho del mallorquín un deportista legendario es su capacidad para resistir cuando todo indica que hacerlo ya carece de sentido. No hay artículo que no mencione su tenacidad y su físico. En 2008 ganó Wimbledon por primera vez, en un partido que para muchos es el mejor de la historia de este deporte y para algunos el mejor enfrentamiento deportivo jamás visto. La final más larga de la historia del campeonato: cuatro horas y 48 minutos de combate contra su némesis, el suizo Roger Federer.

Tenía 22 años y el periódico londinense The Observer le saludó como el jugador del futuro. “El niño musculoso, fruto de los cambios que han tenido lugar en el tenis de las últimas tres décadas. La antítesis de los jugadores del pasado, que eran todo nervio”, decía. La analogía de Nadal con el guerrero mediterráneo de corazón y garra es una constante. Ni siquiera David Foster Wallace, uno de los escritores más brillantes de su generación y un apasionado del tenis, escapó del cliché. Asociaba a Nadal con “la virilidad apasionada del sur de Europa”. Decía que su estilo de juego es “cuchillo de carnicero”.

“He hecho mi vida, mi carrera, intentando dar siempre el máximo cada día, en cada entrenamiento y en cada partido”, explica Rafa. “Después, evidentemente, soy consciente de que las cosas me han salido muy, muy bien. Mucho mejor de lo que cualquiera de mi entorno o yo mismo hubiéramos soñado. Tengo que estar muy agradecido a toda la gente que me ayuda y me ha ayudado. Y a la vida, por darme todas estas cosas que estoy viviendo”.

En esa respuesta se resume la filosofía de Rafael Nadal. Uno: lo más importante es el esfuerzo, el trabajo duro y constante. Dos: eso no sirve de nada sin un punto de fortuna. Tres: la mayor de las fortunas es tener un entorno en el que cobijarse. Cuatro: Sé modesto con tus logros.

Él no pensará en que es una leyenda, pero el mundo sí. Nadal es valioso como una joya y se le cuida como tal. Más que una persona parece una criatura mitológica. La única diferencia con el yeti es que cada minuto que pasa en público ha sido documentado. Según Google es el Rafa vivo más famoso del mundo. Está por encima de Rafa Márquez, central de la selección mexicana de fútbol, del bailarín Rafael Amargo e incluso de Raphael, el cantante de la ph.

Nadal, a los 30 años:

A pesar de eso hay algo impenetrable en él. Aunque habla bastante con los medios, da la impresión de que apenas le conocemos fuera de la pista. Es posible que esa sensación de que no da entrevistas y que en ellas apenas cuenta nada se deba a que todas parecen la misma. Como si se tratara de un examen a cada cuestión corresponde una respuesta y sólo una. Pero él niega rotundamente la existencia de un Rafa privado, desconocido para el público. “Realmente no hay diferencias. Yo soy Rafa. No tengo una doble imagen ni una doble vida. Creo que soy una persona bastante natural tanto dentro de la pista como fuera y nunca he escondido que soy una persona familiar, que me gusta estar con los míos, que soy un tío hogareño y que me gusta vivir y estar en el lugar donde nací, Mallorca. Y estoy cómodo así”.

Es reservado. Un ejemplo. En una entrevista reciente, una en la que bajó un poquito la guardia, mencionaba que en los últimos tiempos había aprendido a disfrutar de la vida entre los partidos. Pero cuando se intenta concretar, saber qué hace, la respuesta es genérica. “Normalmente, si tengo la opción, lo que hago es volver a casa. Lo que pasa es que hay giras largas que dejan unos días entre medio. Antes hubiera intentado volver y ahora busco la diversión, ser feliz y entrenar bien fuera de Mallorca. La experiencia te da la opción de vivir la vida de manera distinta. Creo que con los años ya he aprendido a disfrutar con esos días libres entre torneos. Está claro que vivimos en un mundo, el del circuito profesional, que es como una burbuja durante una serie de años. Lo disfruto al máximo, pero soy consciente de que tiene fecha de caducidad y que mi vida real es otra”. Una cosa curiosa. A veces contesta a preguntas que no se le han hecho. Por ejemplo, la fecha de caducidad. Ese tema que está en el ambiente después de sus dos peores temporadas en el circuito.

En enero, el programa de televisión Informe Robinson dedicó su espacio a Rafa Nadal. Nunca se había visto al tenista tan de cerca. La tesis era moderadamente optimista. Se reconocía que 2015 había sido un año terrible. El primero sin títulos relevantes desde hace casi una década. Un desbarajuste que, y en esto todo el mundo parece de acuerdo, empezó el 26 de enero de 2014. Ese día perdió de forma inesperada contra Wawrinka la final del Abierto de Australia. Aseguran que no se perdonó una derrota que hubiera puesto a tiro su objetivo de ser el jugador con más torneos de Grand Slam de la historia, frente a un suizo al que hasta entonces había vencido en las 12 ocasiones en que se habían enfrentado. Ni siquiera ganar ese año su noveno Roland Garros le consoló. Terminó 2014 a trompicones y en 2015 se atascó.

El problema no son tanto las derrotas sino cómo se producen. Un Nadal fallando bolas fáciles, ofuscado. Lo reconoció públicamente. No estaba bien, no se encontraba, no se reconocía. Había perdido esa fe incondicional en sí mismo. Y en ocasiones, hasta bajaba los brazos. Lo impensable.

Pero en aquel programa se hablaba de una recuperación y se sostenía que el descanso navideño y el cambio de dígito iban a resultar casi mágicos. En 2016, las aguas volverían a su cauce y Nadal triunfaría de nuevo, algo que su victoria en la final del Masters 1000 de Montecarlo parece corroborar. Una de las declaraciones más entusiastas emitidas en aquel Informe Robinson era de John Carlin, coautor de la más exhaustiva biografía sobre el tenista, Rafa, mi historia. “Si tuviera que apostar mi vida a que Rafa Nadal volverá a ganar un torneo de Grand Slam, lo haría”, decía.

Un mes después, Nadal está en Buenos Aires. Juega el torneo de la ciudad, y además concede esta entrevista en calidad de embajador de Tommy Hilfiger. En un momento dado, una voz en inglés interrumpe la charla para avisar de que sólo queda tiempo para una pregunta.

–Rafa, ¿tú aconsejarías a Carlin que apueste?

–No. Nunca. En la vida no hay nada que sea seguro. Yo trabajo al máximo para intentar darme esa opción. Pero después ya veremos qué pasa.

Rafael Nadal Parera cumplirá 30 años el 3 de junio. La edad que para los deportistas es, en el mejor de los casos, el inicio del tiempo de descuento en la élite. El cumpleaños le pillará, si todo va bien, en París. Ese día se juegan las semifinales masculinas de Roland Garros, su torneo fetiche. El lugar donde se forjó la imagen del tenista indestructible.

Su lugar en la historia está ya asegurado. Incluso en un deporte como el tenis, especialista en sustituir un ídolo por otro a una velocidad vertiginosa, costará borrar su recuerdo. Y todavía será más difícil encontrar un sustituto. Eso para el tenis en España es una tragedia. Este es un país en el que el fútbol se lo come todo. La única forma de tener relevancia es estar todo el tiempo en lo más alto, sin flaquear. Si no, pasa como a los rallyes una vez retirado Carlos Sainz o al waterpolo tras Estiarte: se desvanecen como si nunca hubieran existido. Así que la pregunta es: ¿está pensando en retirarse? “A día de hoy estoy en activo y espero seguir en activo bastante tiempo. No puedo decir que mi ilusión sea la misma que el primer día porque cada momento es diferente y las sensaciones son distintas. Eso no quita que siempre mantenga la ilusión. El día que eso no sea así será el momento de decir adiós y pensar en otras cosas”.

“No”, dice otra vez con tono de absoluta sorpresa cuando se le indica que, al menos en apariencia, su actividad fuera de la pista ha aumentado. “No tengo más cosas ahora que antes, siempre tengo las mismas. Normalmente hemos mantenido un cierto número de patrocinadores. En mi opinión, no nos hemos sobrepasado prácticamente nunca, y esto es así. Mi prioridad es el tenis. Pero evidentemente todo lo que hago fuera de la pista también es parte de mi vida y de mi trabajo. Y, la verdad, es algo que se agradece”.

Entre ellas, su vínculo con Tommy Hilfiger. Algo que ha hecho que este invierno apareciese su foto en ropa interior en las marquesinas de medio mundo. “Bueno, es una experiencia nueva y excitante conocer un universo como el de la moda de la mano de una gran marca como esta, con la que me une una relación de muchos años. Conocí a Tommy en 2006 en Montecarlo. Tenemos una muy buena relación y mantenemos el contacto. El año pasado me dio la oportunidad de ser su embajador y estoy muy agradecido de trabajar con una firma que cree y confía en mí”.

Hay un proyecto especial. Algo que le ilusiona incluso más que ser el estandarte de España en los próximos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En junio está prevista la apertura de la Rafa Nadal Tennis Academy en su ciudad, Manacor. “Es un proyecto muy querido detrás del que llevamos muchos años. Es un reto abrir una academia e intentaremos que sea un éxito y un lugar de referencia mundial. Vamos a intentar formar a los jóvenes, sacar lo mejor de ellos a nivel tenístico. Pero sabemos que el tanto por ciento de profesionales que salga de ahí va a ser escaso, porque hay muy pocos profesionales. Intentaremos que salga el mayor número posible, pero lo más importante es que los que no lo consigan salgan preparados para la vida. Los valores que intentaremos inculcarles son aquellos en los que creemos. Los que son más importantes para mí y mi familia: respeto, educación, pasión, espíritu de superación, disciplina y hacer las cosas bien. Pero lo más importante es ser buena gente. Lo que realmente buscamos es que sean buenas personas”.

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