Por clothing-bag, 29/07/2022
¡A planchar!
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Ampliar imagenToño Morala | 07/05/2018AAVolver arriba
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¡A planchar!
CulturaLas planchadoras es uno de esos oficios que ya nada tienen que ver con lo que fueron. Modernas planchas, otras industriales han hecho olvidar un trabajo que fue muy duroHay cosas en la vida que se olvidan pronto, y otras, a las cuales no les damos la importancia merecida. Hubo tiempos atrás, dondemuchasmujeres se ganaban el pan con trabajos u oficios casi clandestinos en lo referente a lo poco que se hablaba y escribía sobre ellos; uno de aquellos tantos, fue el de las planchadoras. Qué trabajo duro donde los haya; todo el día de pies, aguantando el inmenso calor que desprendían aquellas viejas planchas de carbón o de hierro fundido puestas encima de la chapa de la cocina o de la estufa; aquellas palanganas con agua para espingar a mano las prendas, y venga a pasar la plancha con el agarradero o manilla de madera o de metal y encima un paño para no quemarse las manos; previamente había que limpiar la plancha sobre trapos viejos, para que no se quemara ni manchara la prenda, así como mojar algunos otros para poner encima de las prendas para que las mismas quedaran de maravilla. Se aprovechaban viejas sábanas para esos menesteres. Además de planchar la ropa de las familias pudientes, tocaba planchar las pocas ropas de los trabajadores que podían salir algún domingo a alternar; además, abuelas y madres, ponían desde la muda, calcetines, pañuelos, el traje, la corbata, les limpiaban los zapatos, todo bien colocado encima de la cama… y salíanlos paisanos como pinceles de los portales, -incluso algunos se santiguaban- y otros gastaban sombrero e imperdible en la corbata; así como sobresalía del bolsillo de arriba de la americana, un pañuelo de pico y alguna insignia sobre el ojal en cuestión. Pero todo eso, apenas se veía en el duro trabajo de las mujeres. Y cabe destacar, que muchas de estas mujeres planchadoras, recogían la ropa por las casas y se la llevaban a la suya para plancharla, y después tenían que repartirla a los domicilios… muchas, también lavabanla ropa;pero generalmente, iban las cosas por distinto lado; las lavanderas a los ríos y lavaderos, y las planchadoras a planchar. Imagínense lo que cobraban en aquellos años tanto unas como las otras. Más tarde, cuando llegó la luz, la cosa cambió considerablemente, -luego escribimos sobre las planchas- pero la llegada de la luz y las planchas eléctricas, como otros electrodomésticos, quitaron mucho trabajo a las mujeres. Cabe reseñar, que el precio que cobraban las planchadoras era por prenda, no era lo mismo planchar y almidonar una camisa, que un pantalón. También, en las casas de los ricos, las asistentas, hacían todos los trabajos, incluido el lavado de ropa y la plancha, como también, otras casas, esos servicios los mandaban al exterior. El de las planchadoras era un oficio incómodo y no suficiente valorado, constituyó durante siglos, una actividad esencial para dar el acabado final a las prendas que mostrarían mujeres y hombres a la sociedad. Sin existir demasiados datos al respecto, se conoce que desde la antigüedad poseer las prendas planchadas, era algo deseado. Los antiguos egipcios procesaban las piezas de lino, introduciéndolas en una sustancia de agua con harina y la mantenían al exterior, con los pliegues marcados para que con el calor del sol se “plancharan”. Los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo, que pasaban sobre las ropas para marcar el drapeado. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaba las formas deseadas en las túnicas y mantos. Todas las planchas primitivas empleaban la presión como vía para lograr el efecto de estiramiento del tejido. Algunas eran calentadas para eliminar las arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas. Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. Con la aplicación del gas en la iluminación de los interiores de las casas en el siglo XIX, surgen planchas calentadas con esta energía, pero el peligro ante posibles escapes detuvo dicho “invento”. Por tanto, las planchas continuaron siendo de hierro fundido y se calentaban en la chapa superior de las cocinas de leña o de carbón. Muchasmujeres se ganaban el pan con trabajos u oficios casi clandestinos en lo referente a lo poco que se hablaba y escribía sobre ellos, uno de ellos: las planchadorasA finales del siglo XIX y principios del XX, era habitual que los hoteles y familias veraneantes encargaran el planchado de la ropa a terceras personas especializadas en esta actividad, que en ocasiones, lo llevaban a cabo junto con el lavado. Como ejemplo… en el padrón de San Sebastián de 1871 estaban inscritas un total de 17 planchadoras y en el de 1912, transcurridos cuarenta y un años, el número se elevaba a 29. La demanda de estos servicios dio lugar a la creación de algunos talleres de planchado que empleaban, cada uno, a varias mujeres. Las planchadoras, que normalmente aprendían el oficio de sus madres, por observación y la necesaria práctica, acababan teniendo sus clientes, (hoteles, fondas y familias veraneantes). En el caso de los establecimientos hoteleros era el personal a su servicio el encargado de llevar la ropa, en cestas, al domicilio de las planchadoras. Cada prenda llegaba debidamente marcada para poder identificar a su propietario, cliente del hotel. Por el contrario, en caso de las familias veraneantes, era frecuente el acudir a sus casas para su recogida y recuento. Además de las planchas, era importante la tabla doble, con entradas para planchar las mangas de las camisas, pantalones, etc. y la mesa, así como las tenacillas. El trabajo de las planchadoras requería una cierta habilidad, sobre todo para el almidonado y los encañonados. El almidonado consistía en mojar la ropa blanca con el almidón desleído en agua, para que adquiriera cierta rigidez, lo que requería «coger el punto, evitando que parezca una tabla». Se aplicaba, entre otros, a los cuellos de las camisas, que «no tenían entretelas» y a los puños, aunque no siempre. El encañonado se llevaba a cabo tras el planchado, en una esquina de la mesa, utilizando unas tenacillas (especie de tijeras con los cantos planos) calientes especiales para formar los cañones, (rizar los volantes) siendo notable el riesgo de quemar la ropa. La presencia de imágenes y temas del llamado realismo social en la pintura y la literatura en el siglo XIXha dejado una importante galería iconográfica y un no menos despreciable estudio de tipos. La planchadora es uno de ellos. Las series del impresionista francés Edgar Degas y la revisión del tema por figuras como Picasso han dejado un singular documento de la presencia en este oficio de la mujer parisina. Otro tanto habría que decir de las planchadoras españolas en la novela realista y en la zarzuela, con personajes como la Mari Pepa, protagonista de La Revoltosa… y ya en un capítulo anecdótico, puede anotarse que fueron planchadoras las madres de músicos argentinos como Carlos Gardel, Víctor Ocampo o Abel Fleury, del borgiano Rosendo Juárez, como también lo fueron la del académico francés Jean Giono o el actor e intelectual suizo Karl Meier.Los orígenes de la plancha son remotos. Huboplanchas de piedra, de mármol, de vidrio, huecas que llevaban carbón encendido en su interior y de hierro que se calentaban en un fogón. En Europa, las primeras planchas fueron alisadores de madera, vidrio o mármol que hasta el siglo XV se utilizaron en frío ya que el empleo de goma para almidonar no permitía el uso del calor. La palabra misma, “plancha”, no apareció en castellano, con el significado que hoy le damos, hasta el siglo XVII. Fue en esa época cuando empezó a utilizarse de forma generalizada. La idea de la aplicación de la electricidad al calentamiento de la plancha se le ocurrió al norteamericano Henry Seely quien el 6 de junio de 1882 presentó en la oficina de patentes de Nueva York los planos para construir la primera plancha eléctrica; sin embargo, no pudo ser utilizada en seguida por las amas de casa ya que en los domicilios todavía no existía la conexión a la red eléctrica, y no se había inventado aún el termostato. Y en 1926 la compañía Eldec crea las primeras planchas de vapor para uso doméstico, con rociador de vapor, -menudo adelanto-, con lo que quedaba resuelto el problema del planchado. Las primeras planchas de vapor sólo tenían un orifico de salida, las que aparecieron en los años cuarenta, tenían dos. Después llegaron a tener cuatro y hasta ocho.Los sombrereros tenían planchas especiales, y también los que confeccionaban o cuidaban cuellos altos y gorgueras. Y les dejo, que tengo que planchar un rato… pero eso sí, con un invento nuevo que casi plancha solo…
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