Por clothing-bag, 03/12/2022

El negocio de la ropa interior usada – Yorokobu

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Vender tu ropa interior usada es un negocio muy rentable. Solo hace falta calcular que una prenda de ropa interior más o menos llamativa puede costar unos seis euros en Primark y una vez usada, su valor puede llegar a rondar entre los 35 y los 65 euros.

Quitando gastos de envío y el tiempo invertido en llevar la prenda puesta varios días, las ganancias no son nada desdeñables.

Una de las principales páginas web que gestiona el negocio de las braguitas usadas en España es Secret Panties. Ahí explican que iniciarse en este negocio es realmente fácil. Todo empieza por buscar una prenda que se quiera vender, con la facilidad de que «no tiene por qué ser una prenda nueva, a veces a los compradores incluso les gustan más las que están muy gastadas».

La gestión es igual de sencilla y transcurre de forma anónima. Una persona crea una cuenta como vendedora en la web sin dar a conocer su identidad, sube una foto de la prenda usada y fija un precio que, según informan, es íntegro para la vendedora y le llega a su cuenta bancaria (figurando como una empresa para que no dé lugar a suspicacias en el extracto bancario).

El cliente interesado en la prenda contactará a través de la web. Y para el envío también han previsto un modo sencillo: «Lo primero es encontrar un sobre de burbujas para meter la prenda. Dobla la prenda bien y envuélvela en papel film o una bolsita hermética. Es una forma de presentarla bonita y además conservará su aroma. Al preparar el sobre, puedes añadirle un detalle como una piruleta o una nota de amor. ¡Seguro que a tu comprador le encanta!».

¿Por qué vender mis braguitas usadas?

Roser Amills es periodista, escritora y una de las vendedoras de Secret Panties. Lo hace por curiosidad y, sobre todo, porque le gusta. «No sé si les sucederá lo mismo a otras mujeres, pero a mí me excita todo el proceso: desde ponerlas a la venta hasta enviarlas e imaginar luego lo que puede estar haciendo ese desconocido con mi prenda».

El negocio de la ropa interior usada – Yorokobu

Porque no solo puede ser excitante imaginar quién las llevaba puestas, sino también lo que hace quien las compra. «Imagino, por ejemplo, que el comprador las olerá, se excitará y se masturbará con ellas. O se las pondrá para jugar, o se las pondrá a alguien… También las imagino en un bolsillo para ir a trabajar con alegría extra. Es algo que me hace ilusión».

Narrando su propia experiencia, Amills explica que lo más vendido no es la lencería francesa, sino la más básica. «Lo que más éxito tiene son las braguitas más normales, de algodón y desgastadas. Compran pensando en esa intimidad de las prendas que las mujeres mostramos menos».

En cuanto al proceso, certifica que es tan sencillo como se describe en internet. «La web acepta el pedido, me avisa y me da un par de días para que use las braguitas que se han vendido. Después, las meto en una bolsita de plástico, en un sobre, y viene un mensajero a recogerlas». Así de fácil.

Un fetiche común

Las motivaciones para vender ropa interior usada parecen bastante claras. Sin embargo, queda por aclarar qué motiva a alguien a comprar la ropa interior usada de otra persona por internet.

La sexóloga Verónica Vivero apunta a que este tipo de fetiche «se conoce como buruseray es un tipo de práctica muy extendida desde los años 80 en Japón»; las venden, sobre todo, las colegialas. Actualmente los nipones «nos llevan ventaja, ya que hay incluso máquinas expendedoras para este servicio».

Poco a poco se trata de una práctica cada vez más extendida en España y Europa, «ya que parece que está dejando de ser un tema tabú, y lo cierto es que cada vez son más las personas que utilizan este recurso para sacarse un sobresueldo».

En cuanto a las motivaciones de la persona que compra, Vivero señala que «el principal motor de excitación se obtiene del olor de la prenda utilizada, ya que en la mayoría de ocasiones, la persona no conoce quién ha sido su portador».

Sin embargo, en la web sí pueden encontrarse prendas fetiches de personas conocidas, como es el caso de Roser Amills. Sobre este tema, Vivero añade que «a muchos también les resulta excitante saber que determinada persona la ha llevado puesta, por ejemplo un famoso (alguien a quien el fetichista admira) o un amante (actual o del pasado); de hecho, muchos coleccionan ropa de las personas con las que han mantenido relaciones sexuales».

Los usos de estas prendas pueden ser variados. «Muchos las coleccionan como si de una joya de exquisito valor se tratara y únicamente hacen uso de ella para olerla». Otros, sin embargo,«necesitan tenerla al lado durante la masturbación».

Cabe citar un tercer grupo, «aunque hablaríamos de otro tipo de fetichismo, que serían esas personas que se excitan llevando puesta la ropa interior usada de otros, porque el simple hecho de verse con ello ya les suscita deseo», sin que tenga nada que ver con el travestismo.

Asimismo, añade que es un fetiche más común en hombres que en mujeres, puesto que «el hombre tiene el canal visual algo más trabajado socialmente que la mujer como medio de excitación y, por tanto, ante una imagen, su despliegue de fantasía es mayor».

A este respecto, la sexóloga reflexiona que pese a ser algo cada vez menos tabú, «sigue acomplejando a algunos adeptos». Así, la labor desde la sexología es «intentar desmitificar los prejuicios y tabúes que existen en torno al mundo de la sexualidad. ¿Qué hay de malo en tener un gusto particular? Si actuamos de acorde a ello, seremos más congruentes con nosotros mismos».

Verónica Vivero concluye con la idea de que «si nos paramos a analizar el gusto y preferencia de cada cual, veremos que posiblemente todos tengamos algún fetiche en nuestras vidas; consiste en explorarlo».

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